Hoy, con cierta pena, me desprendí de mi compañera de viajes y rutas.
Tras cinco años formando equipo, sus suelas tuvieron que vérselas no solo con el gris asfalto, sino también con kilómetros y kilómetros de nieve así como con numerosas placas de hielo, que consiguieron que la conducción de un bicho de semejantes proporciones fuera una experiencia de lo más intensa.
Atrás quedaron maleteros llenos de fruta, verdura, cajas con bolsas de patatas que reventaban en serie cuando ascendías a 2.000 metros de altura. También fue cómplice de mudanzas, períodos vacacionales y risas con múltiples compañeros de ruta.
Ojalá el azar la empareje con un nuevo compañero que la conduzca con brío, suavidad y maestría. Yo ya no estaré allí para sentarme a sus mandos, este capitán por el momento se quedó sin navío. Satisfecho por mi decisión aunque mi mirada sea algo nostálgica por momentos.
Felices rutas Mercedes mía!!
Bones paraules de comiat, i es que a vegades els nostres vehicles són com un més de la família, jo no marxo de casa dos dies sense la bici :).
Ànims Jaume !
Gràcies Fran. Tot i que son objectes, se’ls agafa un cert apreci. I és que ja diuen que «el frec fa l’afecte».