Aprovechando el día festivo para curiosear en la red Blogs sobre viajes que fueran de interés, encontré uno sobre una pareja de catalanes que llevan más de una década viajando en su furgoneta 4×4 por el vasto y ancho mundo.
En una entrevista que les hacían los de Lonely Planet, el hombre explicaba todos los peligros que han tenido que sortear durante estos años: robos, accidentes, roturas de motor en medio de la nada, etc. Todo y así, se mostraban muy satisfechos con las experiencias vividas y su convicción de que de todo se acaba saliendo uno (yo apostillaría con un “de casi todo”).
Viajar es una experiencia, una aventura, y plantearse una ruta alrededor del Mundo seguro que es de las más excitantes. Aunque ciertamente algo de riesgo aporta interés al viaje (básicamente para que no se parezca demasiado a un viaje de la tercera edad), cada cual debe modular dicho riesgo a sus preferencias personales, entre el riesgo 10/10 al que calificaremos de “suicidio” y el de 0/10 cuyo nombre es “utopía”, existe un amplio abanico de posibilidades, siempre teniendo presente que, por lo general, el riesgo siempre es inferior al que nos venden desde fuera (padres, amigos, compañeros y medios de comunicación, estos últimos que se recrean en la exageración sin límite).
Bueno, y para aclarar el concepto “riesgo”, este no siempre tiene que estar asociado a un riesgo físico como que te embista un barco pirata en Sumatra, quedarte sin gasolina en mitad de Siberia o tirarte en paracaídas para demostrar que los tienes bien puestos. Existen otros riesgos en principio no tan aparatosos que también puedes correr como buen expedicionario: aventurarte por rutas no turística, probar manjares que choquen con tus gustos culinarios, hablar con gente culturalmente “muy diferente” a ti, compartir techo con desconocidos, salir con muy poquito dinero y ganarte la vida durante la ruta, etc.
Incluso si lo que te va son cosas algo más tranquilas que ir a dar tumbos en solitario por el mundo, podemos apuntarnos a muchos viajes en grupos reducidos, renunciando a la necesidad de tenerlo todo controlado en cada momento, dejando que el viaje fluya por sí solo, con sus pequeños huequecillos para la improvisación. Una actitud abierta ante la gente y las cosas que suceden, así como la disposición a impregnarse de cada momento, hará sin duda nuestro viaje mucho más interesante.
En fin, que nunca debemos de perder ese espíritu de aventura, el mismo que teníamos cuando éramos pequeños y al que poco a poco fuimos renunciando a medida que nos iban “educando” y “socializando”.
Así pues, ¿ya estás preparado para un año de aventuras?
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